My Funny Valentine
Siempre he pensado que el 14 de febrero era un día más en el calendario de los grandes almacenes para hacer caja.
Hace ya unos años que además conseguí encontrar en mi cabeza una imagen que representase este día: un gato chino monísimo rojo que encuentras en ya muchas concept stores moviendo el brazo de arriba abajo que no hacía otra cosa que contar las compras de todos aquellos que creían que a través de un regalo – muchas veces absurdo – celebraban el amor.
Incluso cuando he tenido pareja he intentado dejar claro a la otra persona que no me gustaba el día. Así evitaba encontrarme con una sorpresa no deseada que yo no iba a ser capaz de corresponder.
Sin embargo, he de contaros que hoy no pienso lo mismo y creo sinceramente que esto lo provocó la llegada de Rafaela a mi vida.
Aunque hace poco que ella está aquí, me ha hecho reflexionar sobre Valentine’s Day. Podría haberlo hecho yo solita durante los 35 años anteriores (tuve tiempo, no?) pero no lo hice.
El año pasado fue casi inexistente este día en mi vida. Y digo casi porque sé que existió, pero no tengo ningún recuerdo. Estaba demasiado ocupada intentando conciliar mi yo con la llegada de Rafa y mi trabajo que tanto me gusta.
Ahora que lo pienso detenidamente creo que el trasiego de biberones y pañales pudieron influir en que mi memoria no encontrase ni un rincón para guardar el día de #SanValentin2018.
La cuestión es que este año al comenzar febrero y ser bombardeada por toda la información alrededor del gran día, me dije a mí misma que debía reflexionar sobre el tema.
A mí siempre me han gustado las cosas bonitas y en San Valentín la gente se esmera por conseguir BELLEZA. Aunque sólo fuera por eso se merecía mi atención.
Después Rafaela se convirtió en el centro de mis pensamientos. Of course…
Una cosa es que por ahora yo no me haya enamorado como habría soñado desde pequeña hacerlo y otra cosa es que le amputase a Rafaela las posibilidades vivir y celebrar el AMOR en pareja.
Lejos que intentar reproducir las películas de Walt Disney que tanto me gustan, me pregunté: ¿qué hay de malo en celebrar el amor?. Nada , verdad?.
Chet Baker y escuchar My Funny Valentine tantas veces me ayudó a lanzarme al vacío, lo reconozco.
En este estadio casi de éxtasis, con su voz empecé a recapacitar y a ser consciente de que la sociedad estaba cambiando y que hoy San Valentín no tiene porqué ser cursi o ñoño; puede ser bello. Bello por dentro y bello por fuera.
Así he construido esta estructura mental que espero me acompañe los 30 años que están por venir.
Quiero que Rafaela conozca a Cupido (el mito romano), su arco y sus flechas para que así entienda que el amor no siempre es correspondido pero que es maravilloso.
Deseo que viva el amor en mayúsculas porque así es distinto. AMOR.
Intentaré que disfrute de la melodía de But not for me de mi querido Chet Baker y que aún así crea en ese sentimiento tan bonito.
Me esforzaré para que reconozca el amor en el día a día (pero eso ya corresponde a otro capítulo de Yoyoland).
Sueño con el día en el que Rafa regale un precioso bouquet de flores a alguien, que pase un fin de semana romántico en una casa rural o que le regalen un detalle que le haga sentirse especial en un día especial.
Deseo que aprecie las cosas bonitas todos los días, pero si hay uno como éste en el que la sociedad en la que vivimos nos lo pone fácil para hacerlo, que lo aproveche y que lo viva.
QUIERO QUE VIVA EL AMOR A SU MANERA.