El hoy, no el mañana
Acostumbro a ir en moto al trabajo y me encanta disfrutar de ese trayecto de 20 minutos todos los días. Voy notando el aire, respiro y me siento libre desde que empiezo rodar.
Cualquiera que me oiga pensará que voy en una Harley, como mínimo. Jajajaja. Nos os hagáis ideas equivocadas. Ni voy en Harley, ni llevo mono de cuero negro. No soy de esas, no soy motera y tampoco “busco a Jacks”.
Sólo llego a motorista. Hace unos 7 años me compré mi vespa negra, ¡más mona que todas las cosas!, y desde entonces sigo in love con la vida en moto por la ciudad.
Yo creo que la sensación de libertad crece desde dentro y se va consolidando en algunos de los mortales a partir de una cierta edad en la que te importa cada vez menos lo que digan o hablen de ti.
Eso dicen que llega a partir de los 40, pero yo empecé a respirar hondo y sentir un poco esa sensación a raíz de comprar la motorino, a pesar de que supusiera un disgusto familiar de dimensiones estratosféricas.
Y es que mis padres “no son de motos”.. ellos intentaron por todos los medios disuadirme pero eso no fue fácil. Ellos no son de motos y yo no soy fácil. Esa es la realidad.
Unos años después de sentirme libre y madura por el hecho de tener una moto (tiene mucho sentido, ¿verdad?) tome otra decisión: ser madre.
Os aviso de que vienen curvas.
Hace tres años y medio empezó a instalarse un pensamiento recurrente en mi cabeza: quiero ser madre, quiero ser madre.. y así hasta la obsesión.
Tanto es así que decidí ir a un terapeuta para hablar con él y hacer que todas las piezas encajasen de nuevo.
Hasta ese momento Mario, la moto y yo conformábamos el equipo A y todo iba bien. Los tres éramos felices (la vespa incluida).
Yo quería pensar sólo en el presente pero es que era muy difícil obviar el maldito reloj biológico ese. Existe, es real y es un “plomez”.
Así que decidí ser madre en el HOY y no en el mañana.
Y pensar que el germen de mi maternidad nació en Moto Roma cuando salí de allí arrastrando mi moto..