Abrimos consultorio. La psicóloga clínica Luz Marina Díaz-Flores Martín de Ruedas nos cuenta ¿qué es la inteligencia emocional?
Las emociones cumplen un papel muy importante en nuestras vidas y muchas veces sin darnos cuenta. Hablar de inteligencia emocional es entender la inteligencia no sólo para el abordaje de la asimilación y comprensión de los aprendizajes, sino también, para el conocimiento de las propias emociones y el manejo de las mismas, así como para el reconocimiento de las emociones ajenas.
Podríamos decir que la inteligencia emocional es la capacidad que desarrollamos las personas para acceder a nuestros eventos internos (emociones, sensaciones corporales, motivaciones y pensamientos), reflexionar sobre los mismos y utilizarlos o transformarlos para garantizar nuestro bienestar y el del medio que nos rodea.
Esta breve descripción nos da las claves sobre qué caminos debemos seguir en la educación infantil. Debemos procurar que los niños vayan adquiriendo a lo largo de su desarrollo capacidades como la identificación de emociones (básicas y complejas), la interpretación de las mismas (en sí mismos y en los otros), además de aprender a relacionarnos de una forma saludable con los estados emocionales propios y los del entorno.
¿Cómo desarrollarla en los niños?
Como adultos, sabemos que las emociones condicionan nuestra conducta influyendo en nuestras vidas de muchas maneras (toma de decisiones, forma en que nos relacionamos con los otros, nuestra forma de pensar y actuar, etc.) Podríamos decir que las emociones determinan nuestra manera de afrontar la vida y la forma que tenemos de manifestarlas, nos integra o nos excluye del mundo social.
La infancia es una etapa crucial para el aprendizaje de las emociones y el manejo de las mismas. En un primer tiempo, cuando los niños aún no disponen de lenguaje, las figuras de apego se constituyen como reguladores emocionales. Viven y experimentan a través de las sensaciones corporales, las emociones propias y las que siente la madre (o figura que ejerce la función materna). Según el tipo de vínculo establecido y la sintonía que haya podido establecer con la figura de referencia, los niños podrán regularse con mayor o menor facilidad.
A medida que va avanzando en su desarrollo, el niño es capaz de adquirir nuevas habilidades y comunicar sus estados internos de diferente manera. Es importante que los padres vayan ayudando al niño a poner las palabras adecuadas a lo que le ocurre.
Es por ello que, para potenciar esta capacidad necesitamos de un adulto que comprenda lo que le ocurre al niño. Saber cómo funciona nuestro sistema emocional, identificando las sensaciones corporales y saber cómo expresar cada emoción permitiendo su aparición cuando ésta emerja, no negándola ni juzgando su presencia.
Muchas veces nos resulta difícil a los adultos contener o manejar las emociones. Tengamos en cuenta que para los niños pequeños resulta aún más complicado, pues no disponen de los mecanismos de contención (madurativos) que sí poseen la mayoría de los adultos, y además no cuentan con el aprendizaje de experiencias previas y por tanto, no encuentran estrategias para hacer frente a las situaciones novedosas.
En ocasiones, podemos encontrarnos con niños que se irritan con facilidad, respondiendo de manera agresiva ante los “fracasos” o ante aquello que se les niega. En estos casos, la gestión emocional es prácticamente inexistente. Cuando este estilo de conducta se mantiene en el tiempo y se adopta por parte de los adultos un tipo permisivo de educación para no frustrar, el niño no va a ser capaz de desarrollar estrategias para tolerar la frustración. Las consecuencias no van a ser nada favorables, limitando sus relaciones con el medio social y afectando a su propia salud. A largo plazo nos encontraremos ante un niño- adulto vulnerable.
Emociones básicas ¿Cómo expresarlas?
Las emociones básicas que podemos observar en los niños son: alegría, rabia, tristeza, miedo y confianza. Cuando detectamos el estado emocional de los niños podemos acercarnos y comunicarnos con ellos, para ayudarles a que entiendan lo que les pasa.
Cuando detectamos tristeza debemos invitar al niño a expresarla, respetando su llanto y ofreciéndole a través del contacto físico, la protección que necesita y el permiso para sentir y expresar su pena.
Si aparece el miedo, también es importante que el niño lo exprese. Será importante que sienta que estamos a su lado y le brindaremos protección y cuidado. Podrá expresar el miedo mediante las palabras o a través del dibujo.
Cuando se enfada, es importante que se sienta comprendido en su enfado. Ponerle límites para expresar el enfado sin hacer daño a nadie, ni a él mismo, ni a los objetos. Buscar maneras para liberarlo.
A lo largo del desarrollo evolutivo los niños van adquiriendo las habilidades necesarias para comprender y poder expresar sus emociones, siempre y cuando los adultos responsables hayan ido regulando favorablemente el desarrollo emocional de sus hijos.
Por Luz Marina Díaz-Flores Martín de Ruedas (Psicóloga Clínica) ¡Sígueme en Instagram!