Abrimos consulta mensual con nuestra psicóloga Luz Marina Díaz-Flores Martín de Ruedas para conocer cómo trabajar el duelo en la infancia
La edad en la que se puede empezar a hablar de duelo suscita muchas controversias entre los profesionales de la salud mental. Algunos observan manifestaciones de duelo a partir de los 6 meses de vida, ya que es el momento evolutivo donde los niños pueden experimentar la angustia de separación ante la ausencia de la madre; mientras que para otros autores, la experiencia de duelo no se experimenta antes de la adolescencia.
Sea como sea, los niños viven la pérdida de un ser querido de una forma que para la mayoría de los adultos no tiene porqué ser evidente, pues sus manifestaciones pueden distar mucho de la experiencia de duelo conocida por los adultos. En este artículo veremos cómo se puede manifestar el duelo en la infancia, así como algunas recomendaciones para poder ayudar a nuestros hijos.
Características del duelo de los niños
Al tratarse de un concepto abstracto y complejo, la forma de abordar la muerte con los niños va a depender de diversos factores como: la edad, la educación, los aspectos emocionales, las creencias religiosas…
Hasta los 3 – 4 años la muerte no se considera como algo definitivo. Se suele confundir la muerte con “estar dormido”.
Entre 4 – 7 años la muerte sigue siendo un hecho temporal y reversible. Para los niños, los muertos tendrían sentimientos y necesidades biológicas. Por ello, pueden preguntar cómo come la persona fallecida o si tiene cuarto de baño allá donde esté. Pueden surgir en este periodo “pensamientos mágicos”, como por ejemplo creer que un mal pensamiento de ellos causó la muerte del ser querido.
Antes de los 10 años, la muerte sería final e irreversible, pero los muertos conservarían algunas funciones biológicas.
Después de los 10 años (aproximadamente), la muerte sería irreversible y consistiría en el cese definitivo de todas las funciones biológicas.
Una característica común en todos estos periodos evolutivos, es que el hecho de la muerte suele ocurrir a otros y no se piensa en una muerte propia.
Consiste en la ausencia total de las funciones vitales.
Es universal.
Además, antes de los cinco años es muy escasa la tendencia a llorar por un duelo. Lo que suele presentarse, es perplejidad y confusión. Por eso es muy común que pregunten constantemente por el fallecido: dónde está y cuándo volverá.
Los miedos más frecuentes ante la experiencia de duelo
La muerte del padre o la madre constituye una experiencia que afecta a la manera en que el niño estructura su mundo.
Existen tres temores muy frecuentes en el duelo infantil, que podrían deducirse mediante las tres preguntas que los niños suelen hacerse ante la pérdida de un ser querido:
¿Causé yo la muerte?
¿Me pasará esto a mí?
¿Quién me va a cuidar?
Fases del duelo infantil
Fase de protesta: Al principio, el niño añora al progenitor fallecido y llora suplicando que vuelva.
Fase de desesperanza: Se da cuando comienza a perder la esperanza de que vuelva, llora intermitentemente y puede pasar por un período de apatía.
Fase de ruptura de vínculo: Finalmente, el niño empieza a renunciar a parte del vínculo emocional con el fallecido y comienza a mostrar interés por el mundo que le rodea.
Manifestaciones del duelo en niños y adolescentes
Del mismo modo que ocurre en los adultos, existen unas manifestaciones del duelo infantil que se consideran normales:
Conmoción y confusión al haber perdido a un ser querido.
Ira por haber sido abandonados que puede manifestarse en juegos violentos, pesadillas y enfado hacia otros miembros de la familia.
Miedo a perder a los padres o al progenitor que sigue vivo, o ser abandonado por éste.
Vuelta a etapas anteriores del desarrollo con conductas más infantiles (miedo a la oscuridad, demanda de atención, hablar como un niño más pequeño).
Culpa derivada de la relación con el fallecido (haberse enfadado por ejemplo), o por la creencia de haber causado su muerte simplemente por haber deseado en algún momento que ya no estuviera o que desapareciera.
Tristeza por la pérdida, que puede manifestarse con insomnio, falta de apetito, miedo a estar solo, falta de interés por las cosas que antes le gustaban y disminución del rendimiento escolar.
En los niños y niñas más pequeños, predominan las manifestaciones de tipo fisiológico al no disponer aún de la fluidez suficiente para expresar las emociones y los sentimientos, mientras que en los adolescentes es más frecuente el malestar psicológico.
Diferencias con el duelo de los adultos
Existen tres diferencias básicas:
Los niños utilizan más la negación que los adultos en duelo.
Mantienen con mayor facilidad la capacidad de disfrutar de las situaciones agradables.
No pierden la autoestima.
Cuanto más pequeño es el niño, menos posibilidades hay de que el duelo se parezca al de un adulto.
Signos de alerta de duelo complicado
Los signos de alerta que nos llevan a pensar que se está en presencia de un duelo complicado, pueden ser muy variados, ante ellos será conveniente acudir a un profesional:
Llanto frecuente, rabietas o signos de agresividad.
Apatía, pérdida del interés por las actividades que antes resultaban agradables.
Alteraciones del sueño con pesadillas.
Miedo a quedarse solo, a la oscuridad…
Comportamiento infantil.
Cefaleas u otras dolencias físicas.
Imitación del fallecido.
Disminución del rendimiento escolar o no querer ir a la escuela.
En la adolescencia, los efectos de un duelo complicado pueden ser muy importantes y producir baja autoestima, problemas en el estudio, adicciones, delincuencia e incluso, suicidio.
En los adolescentes hay dos formas de reaccionar ante el duelo:
Con pena, agresividad y culpa.
Haciéndose el fuerte y quitando importancia a la situación.
Recomendaciones generales para abordar el duelo infantil
En primer lugar, sería conveniente “educar para la muerte” desde los primeros años. Por ejemplo, introduciendo el tema de la muerte en los colegios.
Cuando nos preguntan sobre la muerte las respuestas tienen que ser simples y honestas. Por supuesto, la información estará en consonancia con su nivel evolutivo.
Pueden surgir problemas tanto por defecto de información como por exceso de realismo. Podemos explicar la muerte con verdades parciales, midiendo lo que puede asimilar y lo que el niño necesita saber.
Cuanto más pequeños sean los niños, más útil nos resultará el juego, el dibujo o la dramatización para abordar el tema de la muerte.
Recordemos que los niños manifiestan su dolor por la pérdida de forma diferente a los adultos, por lo que podrán presentarse cambios frecuentes de humor, falta de atención en la escuela y cambios llamativos en el sueño y el apetito.
Si los síntomas se agravan o persisten en el tiempo, será conveniente acudir a un psicólogo infantil.
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