La autoestima de nuestros hijos e hijas no radica en nuestras ganas de que la tengan, es un trabajo constante pero que, si lo practicamos a diario, acaba saliendo sin esfuerzo y de forma natural.
Vamos allá con las pautas para conseguirlo:
Mostrar afecto: el más importante. Dar afecto, verbalizar el afecto, mostrar afecto en público y en privado. Fortalecer los vínculos afectivos a base de practicarlos constantemente.
Afianzar su seguridad: recordarle las cosas de las que es capaz, darle actividades de las que poder responsabilizarse (atendiendo a su capacidad e interés).
Ser ejemplo: querernos por cómo somos y no por cómo querríamos ser y que nuestros hijos vean eso. Que no hace falta parecerse a nadie ni cambiar nuestros rasgos o forma de ser para ser válidos.
Jugar: mucho, solos y acompañados, libre y guiado, dentro y fuera de casa, con juguetes y sin ellos. El juego es el verdadero aprendizaje, donde creces sin darte cuenta, disfrutas y avanzas.
Leer cuentos: donde haya variedad de personajes, de cualidades, de particularidades. Que puedan sentirse identificados e incluso identificar a personas importantes para ellos, porque verte representado fortalece nuestras convicciones.
Ser realistas: observar con afecto y objetividad sus capacidades, sus avances, sus habilidades, sus intereses. Que nos motive verlos crecer de forma individual.
La autoestima se construye día a día con todo esto.
Porque si entendemos que para que la autoestima sea fuerte tenemos que formar parte de su formación, estaremos poniendo al niño en el centro (y eso siempre es lo más importante)