Abrimos consulta con nuestra psicóloga Luz Marina Díaz-Flores Martín de Ruedas para aprender cómo desarrollar la creatividad a través del juego
El juego infantil y las actividades lúdicas facilitan el desarrollo del pensamiento creativo de los niños, por permitir a los pequeños relacionarse con diferentes situaciones y materiales que pueda manipular. En este artículo hablaremos sobre creatividad y juego, como medio de expresión de la fantasía y liberación de emociones y sentimientos, también como vehículo para la creación de vínculos afectivos. Además, abordaremos cómo influye el desarrollo evolutivo en los tipos de juego y qué es más conveniente en cada etapa.
Empecemos hablando de creatividad
La creatividad es un componente esencial del pensamiento y de gran importancia para la adaptación personal y social de los niños. Se trata de un potencial innato que necesita desarrollarse evitando todo aquello que suponga un freno a su expresión.
Cuando adquirimos juguetes para los niños, e incluso en muchos centros educativos, podemos observar que muchas actividades y juegos están directamente relacionados con el desarrollo del hemisferio izquierdo del cerebro, cuya actividad es analítica, racional y lógica. Por el contrario, para el desarrollo de la creatividad el hemisferio derecho juega un papel fundamental. Las habilidades y el funcionamiento de este hemisferio se corresponden con el color, el ritmo, la percepción visual, la composición de imágenes y la visualización, que son indispensables para el desarrollo de la creatividad.
De ahí que prestemos especial atención al juego de los niños, ya que contribuye considerablemente al desarrollo social, cognitivo, psicomotor, y por supuesto de la creatividad.
Jugar es una actividad posibilitadora del desarrollo. Desde diferentes enfoques teóricos se ha dado importancia al juego, tanto es así, que la ausencia de juego infantil se constituye como un signo patológico.
Los beneficios del juego
A través del juego los niños pueden elaborar conflictos (cotidianos y profundos). El juego hace posible las compensaciones, la realización de deseos, la socialización y el intercambio, así como, ejercitarse en el dominio de alguna función.
¿Cómo evoluciona el juego a lo largo del desarrollo?
La evolución de los juegos de los niños se relaciona con los principios del desarrollo de las estructuras cognoscitivas. Piaget clasificó los juegos en base a los diferentes estadios del desarrollo:
- Estadio sensoriomotor (desde el nacimiento hasta los dos años).
- Estadio preoperacional (de los 2 a los 6 años).
- Estadio de operaciones concretas (de los 7 a los 12 años).
- Estadio de operaciones formales (a partir de los 12 años).
De este modo estableció una clasificación de los juegos:
1. El juego de ejercicio
En esta primera etapa, el juego se caracteriza por el hecho de prolongar la ejecución de alguna acción simplemente por el puro placer funcional. Es decir, el niño repite la acción por el placer del ejercicio y el placer ligado al dominio.
Hasta los 12-18 meses no se desarrolla el juego de ejercicio preverbal y será sobre los 24 meses cuando aparecerá el juego simbólico. Cuando el niño se encuentra inmerso en la etapa verbal se ejercitará el pensamiento por placer, como en las combinaciones de palabras o la acción de preguntar por preguntar (el por qué constante de los niños). También aparecen en este periodo las fabulaciones donde combina ideas sólo porque disfruta combinando palabras, o inventando cuentos sin principio ni fin.
Para Piaget en esta etapa, los niños no presentan ningún interés real por el contenido del pensamiento. Será a través de estas ejercitaciones que surgirá el interés real derivando hacia el juego simbólico posteriormente.
Los juegos de ejercicio se extinguen por saturación. Ésta se da cuando se domina la acción de tal manera que ya no espera ninguna novedad, es decir, ningún nuevo aprendizaje. Con la aparición del lenguaje también van disminuyendo los juegos de ejercicio.
2. El juego simbólico
Surge como expresión de la función simbólica. Ésta se desarrolla durante el período preoperatorio, que es el período previo de lo que luego se constituirá como las estructuras lógicas. En este periodo se va a reconstruir en el plano de las representaciones, lo que el niño ha logrado en el periodo sesoriomotor. Así, el juego simbólico aparece como una actividad asimiladora y será a través del símbolo que los niños van a representar un objeto ausente bajo una forma de representación ficticia, donde la conexión entre el significante y el significado estará en función de los intereses subjetivos.
Recordemos que el mundo en el que se desenvuelve el niño es el mundo y el lenguaje de los adultos, por lo que el juego simbólico y la creación de significantes, le permitirán una forma de expresión acorde a sus necesidades.
La imaginación simbólica que aparece sobre los 24 meses y tiene su apogeo entre los 2 y los 4 años, aleja al juego del simple ejercicio. Lo que en el período previo eran ejercicios y rituales lúdicos, pasan a ser esquemas simbólicos
Entre los 4 y los 7 años los juegos simbólicos comienzan a decaer y el símbolo va perdiendo su carácter en aras de una representación imitativa de la realidad. Coincide con una mayor organización del pensamiento, la preocupación la imitación exacta de lo real en las representaciones, y el comienzo del simbolismo colectivo. Para Piaget, es en este momento cuando el juego evoluciona hacia formas más adaptadas ligadas al trabajo o a la imitación.
3. El juego reglado
A partir de los 11 o 12 años disminuye el simbolismo de manera correlativa a una mayor adaptación social. El juego de reglas implica relación con los otros, donde la regla supone una regularidad impuesta por el grupo y cuya trasgresión merece sanción. En esta fase además, observamos los dibujos y las construcciones cada vez más adaptados a lo real.
Este tipo de juego es el que persiste en la edad adulta.
Ideas clave
Como hemos visto, el juego se halla completamente relacionado con el desarrollo y la evolución del pensamiento infantil.
Los niños aprenden jugando.
Para estimular el potencial creativo debemos evitar los frenos a la expresión genuina de los niños.
Facilitar un ambiente de seguridad donde poder jugar sin miedo, sin ser juzgado ni ridiculizado.
Si observamos que el niño no juega o no hay disfrute en la actividad lúdica, será una señal de alarma para pedir ayuda profesional.