Seguimos acercándonos al inicio del verano con recomendaciones viajeras: un día en… Lanzarote
Después de un par de meses de recomendaciones de interior y alguna montaña, y tras haber visitado las Islas Baleares para recorrer un par de sus islas (volveremos) toca esta semana pasar un día en… Lanzarote.
Probablemente la isla más especial de todas cuantas existen en España. Muchas de ellas, o más bien todas, sorprenden por únicas, pero Lanzarote es otra cosa.
Qué ver un día en… Lanzarote
Nuestro viaje empieza con muchas ganas. Tenemos que ver muchas cosas imprescindibles y tocará moverse en coche para cubrir la mayor parte de las distancias que hay entre todos los puntos de la isla. Aunque podríamos dibujar un plan de viaje de más de una semana, como en todos nuestros destinos, debemos ceñirnos al plan de 24 horas.
Arranca la aventura.
Arranca temprano porque tenemos trabajo. Vamos con tiempo así que es momento de acercarnos a uno de los grandes reclamos de Lanzarote, el parque nacional de Timanfaya. Es una visita obligada.
Toca ir temprano, eso sí, y comprar y pagar la entrada. Pero el viaje en autobús, las explicaciones y las fotografías que te llevarás en forma de recuerdo le valdrá la pena a toda la familia.
Continuamos a golpe de coche visitando un pueblo, el Golfo, donde la más típica arquitectura de la isla y sus blancos colores nos maravillará. Más adelante, dejando atrás el pueblo, encontraréis el Lago Verde. Una formación geológica única a la que precede un camino complejo pero que merecerá la pena para verse reflejado en aquellas aguas de color inusual. Se originó como resultado de erupciones volcánicas y la muestra de colores está asegurada con una perfecta coexistencia de contrastes, desde el verde brillante del lago hasta el rojo de la roca, el negro de la arena y el azul del mar. Una auténtica maravilla de la naturaleza.
Volvemos al coche y seguimos la marcha hasta llegar a la zona de Los Hervideros. Una zona increíble llena de acantilados que dan al mar y donde podréis comprobar toda la fuerza de la naturaleza a golpe de roca. Un espectáculo que ha ido deformando el terreno creando una maravillosa imagen. Si podéis volver de noche, ver aquí la puesta de sol es un lujo.
Continuando el camino encontraréis Las salinas de Janubio. Se trata de una zona donde los isleños desalan el agua desde 1895. Son las más grandes de toda Canarias.
Después, y siguiendo el mismo rumbo, ponemos objetivo comer y descansar. ¿Irnos de Lanzarote sin bañarnos en sus playas? ¡Qué locura sería esa, yoyoramer!
Naturaleza, playa y descanso. Os recomendamos que la comida y buena parte de la tarde la paséis en Papagayo. Esto es, además de una playa E-S-P-E-C-T-A-C-U-L-A-R una reserva natural a la que se accede pagando una entrada y en la que no hay más que un restaurante. A pesar de la escasa oferta, compensa mucho muchísimo comer allí y disfrutar de la más típica gastronomía en forma de pescado fresco, papas arrugás y queso.
Después de comer, a tostarse en la playa. Eso sí, untaros bien de crema para no quemaros. Fundamental.
Después, el descanso más absoluto. Os lo habéis ganado.
Si queréis cenar en un sitio de postín, os recomendamos el Restaurante Lagomar.
Que no falte de nada en vuestra experiencia familiar de un día en… Lanzarote.