Entrevistamos a la psicóloga Ana Belén Medialdea
Psicóloga General Sanitaria especialista en terapia con adolescentes, adultos y familias desde el enfoque de terapia breve y estratégico, Ana Belén Medialdea utiliza las redes sociales para normalizar lo de acudir al psicólogo. Autora del libro «Amargarte la vida depende de ti» nos ha ayudado a resolver muchas dudas sobre la salud mental de los niños y cómo podemos ayudarles.
¿De qué manera influye la sociedad y la actualidad en que los más pequeños puedan gestionar sus emociones?
Cuando nacemos no sabemos manejar nuestras emociones, es como si fuéramos una hoja en blanco. Una hoja que se va llenando con el aprendizaje que obtenemos de las experiencias que vivimos y de las personas que nos rodean. De bebés comenzamos a experimentar emociones desagradables cuando sentimos hambre o cuando tenemos el pañal mojado y sentimos emociones agradables cuando nos cuidan, nos acarician, nos protegen… La asociación de las experiencias positivas y un cuidado afectuoso y sensible proporcionan una base emocional que permite a los niños ser conscientes de sus propios sentimientos para anticiparlos, expresarlos y aprender a manejar las habilidades. Un buen desarrollo emocional es la base para que los niños se puedan adaptar al colegio, a un futuro trabajo y puedan tener, además, relaciones sociales sanas.
Por eso, si queremos que los niños se conviertan en adultos empáticos, respetuosos, cariñosos, debemos apoyar su desarrollo emocional desde el principio. Sería muy importante que, en la escuela también se tuviera en cuenta para trabajar la educación de los niños y apoyar a los padres.
El desarrollo emocional comienza en las primeras etapas de la vida, al igual que el desarrollo cognitivo o del lenguaje, en cambio, no ha recibido tanta importancia como estos. Cuando realmente, es necesario para prevenir problemas psicológicos y relacionales futuros. Un desarrollo emocional sano para los individuos tiene muchos beneficios para la sociedad.
Como sociedad, podríamos influir más para evitar que sigamos creciendo en una sociedad dónde no se tiene en cuenta la educación emocional. Por suerte estamos poco a poco aprendiendo lo que Aristóteles, hace muchos años dijo: “Educar la mente sin educar el corazón, no es educación”.
¿Cómo ves el hecho de que las nuevas tecnologías afecten a los niños en su manera de relacionarse?
Es importante entender que la tecnología ha venido para quedarse. Si evitamos que nuestros hijos usen el teléfono móvil cuando el resto de los compañeros y de personas sí que los tenemos, les perjudicamos. La tecnología es algo que se va a necesitar, por eso es importante educarles para que puedan utilizarla como herramienta y que puedan limitarla. Es cierto que no es recomendable que los menores de tres años usen pantallas, por el impacto que tienen en el desarrollo del lenguaje, el desarrollo psicomotor y del manejo de las emociones. A partir de esa edad se pueden ir introduciendo, pero siempre bajo la supervisión de un adulto responsable que le explique lo que está viendo y establezca relaciones con el mundo exterior. Es importante que, si utilizamos las pantallas con niños de esta edad, lo hagamos con una finalidad educativa, que despertemos en ese niño o esa niña la creatividad. Podemos utilizar juegos educativos, juegos 3D de construcción, juegos para colorear… Lo que sí deberíamos evitar es utilizar las pantallas para que los niños estén tranquilos mientras que hacemos otra cosa, mientras tomamos algo en un bar, mientras come… Los niños deben aprender a relacionarse con la comida, con los demás y también tienen que aburrirse. Tendemos a evitar que nuestros hijos se aburran y el aburrimiento es la emoción que nos ayuda a conectar con la creatividad. Debemos aburrirnos ya que cuando lo hacemos, generamos también nuestros propios recursos para entretenernos. También quiero recordar que, aunque la tecnología haya llegado para quedarse, el juego al aire libre, con otros niños/as, es lo más beneficioso y recomendado para el sano desarrollo emocional de los niños.
¿Crees que las redes sociales pueden ser un problema para el crecimiento y desarrollo de los más pequeños?
Las redes sociales no son un problema para el crecimiento y desarrollo de los pequeños. El mal uso de ellas sí. Las redes sociales son la nueva adicción del siglo XXI, el ser humano, por su propia naturaleza, busca sentirse querido, parte de un grupo, le hace sentir bien el sentirse interesante y admirado.
En el período de la adolescencia, nuestro cerebro aún está madurando. Este proceso puede durar hasta pasados los 20 años. Cuando nuestro cerebro no es maduro, no percibe el peligro tal y cómo es. Por eso, los adolescentes son más vulnerables ya que, además, las redes sociales, ayudan a tener ese reconocimiento personal y producen una sensación de gratificación muy rápida.
Las redes sociales están pensadas para dejarte llevar, para no ser reflexivo ni paciente, por lo cual pueden reforzar personalidades autoritarias, desafiantes e inflexibles. Pueden afectar a nuestra autoestima y a la percepción distorsionada de nuestra imagen hasta el punto de que pueden hacer sentirse mal a una persona con su propia realidad.
Además, Aumentan el estrés al tener que responder ante tantas personas.
Las relaciones afectivas y sociales se basan en la exposición, en lo que proyectamos, más que en lo que somos.
Falsa seguridad. Muchos/as chicos/as se sienten seguros detrás de las redes sociales en el espacio seguro de su habitación, ahí́, se atreven a decir o hacer cosas que nunca harían en la “vida real”.
Todas las personas podemos generar problemas de dependencia con las redes sociales, adultos, jóvenes, niños… ya que en el momento que realizamos una publicación, podemos obtener en cuestión de segundos esos “likes” que son siempre positivos, (en redes sociales, aún no tenemos el botón “no me gusta”) El feedback positivo, hace que liberemos en nuestro cerebro dopamina y endorfinas, que son las que se encargan de producirnos bienestar, por lo cual, asociamos el refuerzo positivo con las sensaciones agradables que sentimos al recibir ese estímulo, que a su vez, se vuelve adictivo.
¿Crees que es necesaria la terapia en niños, de la misma manera que en adultos?
Sí, creo que cuando un adulto, un joven, un adolescente o un niño se encuentra con alguna dificultad o algún problema emocional que le está dificultando la adaptación a su día a día, debería pedir ayuda.
En estos dos últimos años de pandemia, ¿has notado un aumento de pacientes infantiles?
La verdad es que en estos dos últimos años de pandemia he notado un aumento de pacientes tanto adultos, como jóvenes como infantiles. Lo que ha ocurrido nos ha afectado a todos.
Es cierto que, en mi consulta, más que trabajar con los niños, trabajamos para ayudar a los padres a que sepan como ayudar a sus hijos. Desde mi modelo de terapia, la terapia breve estratégica, evitamos ver en consulta a menores de 12 años, para así evitar el efecto “etiqueta”. Cuando los niños son menores de 12 años, intervenimos con los padres a través de lo que llamamos “terapia indirecta”.
Analizamos qué es lo que están haciendo los padres, con sus mejores intenciones, para resolver la situación y les ayudamos a que puedan poner en práctica soluciones diferentes que se adapten a la problemática de su hijo. De esta manera, los padres pueden aprender qué es lo que tienen que hacer para ayudar a sus hijos. Al fin y al cabo, ellos, que son los que más tiempo pasan con su hijo, son los mejores coterapeutas que podemos tener.
¿Está directamente relacionada la forma de ser de una persona con su crecimiento?
Los niños son como esponjas. Absorben todo lo que ven. A veces les digo a los padres: “no te preocupes si tu hijo no te escucha, te está observando todo el día”.
Por eso, la forma en la que los niños se relacionan con las personas que les cuidan determinará cómo ellos se relacionen con el mundo. Muchos estudios muestran que muchos rasgos del comportamiento de un adulto están influidos por situaciones vividas y el clima en el que haya crecido un niño. Si una persona ha sufrido maltrato, abandono o carencias emocionales durante la infancia, estará más propenso a construir una personalidad más rígida y exigente o a sufrir ansiedad o depresión. Esto también ocurre cuando tenemos padres rígidos e inflexibles, fomentará adultos inseguros y ansiosos.
Si nuestro modelo de familia es demasiado permisivo y no nos establece de una forma clara los límites, habrá predisposición a tener adultos inadaptados, que no respeten las normas o que caigan más fácilmente en bandas, drogas o relaciones de dependencia emocional.
Por eso es muy importante fomentar un clima estructurado en casa, dónde los niños crezcan con la base del respeto, el cariño y el amor. Dónde no se les de más responsabilidad de la que tienen, para evitar que los niños tengan que dejar de ser niños para preocuparse de problemas de adultos. Es necesario establecer límites para que los niños y adolescentes tengan claro por el camino que no deben ir y hasta dónde pueden llegar. Esto fomentará adultos seguros y equilibrados emocionalmente.
¿Cómo puede llegar a afectarle a un niño o niña la infravaloración de sus padres?
Esto puede afectar mucho a su autoestima y a la forma de validarse en el mundo. Las palabras son como balas que pueden herir y hacer mucho daño. Tienen una enorme capacidad de destrucción. Cuando de forma cotidiana infravaloramos a nuestro hijo, le estamos enseñando que esto es una comunicación “normal”. Le estamos diciendo que ellos son eso. Los niños y los adolescentes tienen a las personas adultas que les cuidan como referentes y todo lo que les dicen, aunque te hagan creer que no, les afecta porque se lo creen. Si continuamente le estás diciendo a tu hijo que es torpe, que es tonto, que es vago… Se lo va a creer y puede que llegue a comportarse como tal, porque lo integra en sí mismo, como si fuera parte de sus características personales. Esto le llevará a tener vergüenza de ser como es, a aislarse o a tener que aparentar algo que no es.
Hace unos años trabajaba como psicóloga en el servicio de atención a jóvenes y a sus familias de la concejalía de infancia y juventud de Fuenlabrada. Durante un tiempo ofrecimos talleres de inteligencia emocional y autoestima para adolescentes y jóvenes. Recuerdo que en una de las sesiones del taller siempre les preguntaba a los niños que me dijeran 5 características positivas y 5 características negativas que tuvieran ellos en su forma de ser. La mayoría escribía una o dos características positivas y una larga lista de características negativas. Me decían que no sabían qué cosas buenas tenían o hacían, pero las “malas” sí que las sabían mejor ya que era lo que siempre le decían sus padres o sus profesores. Creo que, si tomásemos más consciencia de esto, mediríamos mucho más las palabras que utilizamos ante los niños.
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La competitividad entre los más pequeños, ¿es beneficiosa?
La competitividad siempre que vaya acompañada con el aprendizaje para tolerar la frustración, siempre va a ayudar a que el niño pueda prepararse para ganar y perder en la vida adulta y también para desarrollar habilidades como la perseverancia, la resistencia y la empatía.
El problema es cuando les exigimos a los niños que siempre en todo lo que hagan logren un éxito. Porque entonces no les estamos preparando para la vida real. Tenemos que permitirles que fracasen y enseñarles que el fracaso no es algo malo. Es incómodo, sí, pero es una maravillosa forma de aprender. Aprender a fracasar, permite a los niños a motivarse para ver qué pueden hacer para mejorar. Un niño que aprende a fracasar se convertirá en un adulto que no se desmoronará a la primera de cambio que la vida se ponga difícil. Esto aumenta la capacidad de resiliencia para afrontar las adversidades de la vida. Una competencia sana puede enseñar a los niños a que los mejores no es los que tienen éxito, sino los que trabajan duro y aprenden de sus fracasos.
¿Cómo debemos actuar si nuestro hijo presenta síntomas de depresión o ansiedad?
Si nuestro hijo presenta síntomas de depresión o ansiedad, la mejor manera de poder ayudarle es pidiendo ayuda a un especialista que pueda estudiar su caso y facilitar las herramientas que permitan a los padres ayudar a sus hijos. Cada niño y cada problemática es única por eso, no se deberían dar pautas al azar, ya que lo que ayuda a unos, no tiene porqué ayudar a otros. Es más, lo que ayuda a unos, puede perjudicar a otros. A veces, con nuestras mejores intenciones conseguimos los peores resultados. Por eso, ante cualquier síntoma extraño en el comportamiento del niño, pedir ayuda.
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